Si quien se marchó el 20 de enero
se desangra en tu pecho con cada golpe de tambor.
Si las paredes de este palacio inventado se acercan hacia ti rugiendo.
Si puedes ver el extranjero desde la mirilla de este 5A,
aunque no te quieras ir,
las puertas viejas tienen demasiadas rendijas y demasiado grandes.
Y si la fecha de caducidad de este verano te vierte entre esas rendijas sabrás de lo que hablo.
Es caro el alquiler.
Vendes tu vida, firmas palabras, se asoma bajo la puerta la factura del mes.
Si en cada llamada de la dueña ves que se acerca la última.
Si tres playas no son suficientes para dar cobijo a botes perdidos,
¿qué puerto podré yo encontrar para apaciguar mi alma?
Si a través del quinto puente me atraviesa lo que fuimos, lo que somos, lo que soy.
Si son cinco miradas las que lo construyen todo.
Horas perdidas son horas maduradas peinando el viento en agujeros de piedra,
tragando recuerdos en amigos invisibles para que se queden pegados en las entrañas.
Cómo puede una hora de camino dividir dos mundos,
las raíces fundadas de la tierra de mi madre y aquel mundo resbaladizo diseñado con latidos.
Ai, aquel.
Aquel que aunque no quiera perder no tiene un número donde pueda llamar.
Aquel que moja playas de sal con su agua.
Aquella agua que aunque tenga sed no puedo beber.
Si el infinito no existe,
si nada es para siempre.
Le quitaré los finales a cada segundo para crear una única unidad de tiempo y vivir allí.
Mirándote
Si te acercas a mí con tus labios de fresa
no dejaré que se acerque a ti nada que no sea luz y bondad.
Cuántos mares, cuántas orillas
pudieran tener un puerto como tú.
Cuántos climas frío del norte
pudieran tener un abrigo como tú.
Hasta las abejas te miran
por ser goloso sin azúcar.
Si te acercas a mí con tus labios de fresa,
te haré una cama bajo mi piel.
Cuántas tierras pudieran tener
una lluvia como tú, una lluvia como tú.
Cuántas miradas, la mía siempre, quisieran tener un destino como tú.
Hasta los pájaros te miran,
queriendo hacer nidos en tus hombros.
Si te acercas a mí con tus labios de fresa,
te meceré en mi regazo.
Duérmete tranquilo que yo te cuido.
Neoprenando el invierno
El corazón emite latidos en periodos, como el mar las olas.
Te hablé sobre el miedo a la llegada del otoño, en aquel acantilado.
Del miedo a que el frío tocara la puerta con mi cama vacía.
Volví en otoño de aquel último día de verano.
Volví en otoño de aquel último día de verano.
Y pronto las tormentas moverán mis ventanas, y yo las miraré desde donde no me moje.
Y tú, mientras tanto tú, neoprenarás el invierno con tu cálida sonrisa.
Volví en otoño de aquel último día de verano.
Volví en otoño de aquel último día de verano.
En el mar de tus labios
El agua no es transparente, está llena.
El salitre no es salado, no se pega.
No hay gaviotas, solo calas, en el mar de tus labios.
En el mar de tus labios me dormiría bailando en el vaivén de tus manos.
El latido de tu corazón contra tu pecho realentiza los segundos. El tiempo no se para, pero no me importa, no me da miedo envejecer a tu lado.
El agua no es transparente, está llena.
El salitre no es salado, no se pega.
No hay gaviotas, solo calas, en el mar de tus labios.
Se derrite mi arena entre tus dientes, y mis acantilados en tu espalda. Tus brazos son mástiles de barco, los últimos en perderse de tu cuerpo al atacarlo.
El agua no es transparente, está llena.
El salitre no es salado, no se pega.
Me gustaría ser una pequeña isla ahí, para descansar de este mundo. No me cansan las mareas, ni las corrientes, jamás lo entenderá quien no se haya perdido en el mar de tus labios.
En el mar de tus labios.
Caer
Cuántas veces le habré pedido
a mi mente que pare.
Cuántas veces le habré pedido
que deje ya la guitarra.
Pero no puedo no caer,
siempre apareces en noviembre,
y luego dices que no te sientes
culpable por aquella última vez.
Lo até todo muy prieto
para que jamás te cayeses.
Pero apreté tanto
que al final la que cayó fui yo.
Quizás sea yo la única culpable
sacando a mis lágrimas espuma contra acantilados.
Y mis pechos contra tu espalda,
la manzana que deseo sujeta a la rama más alta.
El norte está envejeciendo,
obsoleta queda la relación de poder entre tú y yo por ser yo hembra y tu macho.
Metiendo el norte en nuevas coordenadas.
Lo até todo muy prieto
para que jamás te cayeses.
Pero apreté tanto
que al final la que cayó fui yo.
Y al final la loca fui yo.
Y al final la loca fui yo.
No seré más aquella loca jamás.
No seré más aquella loca jamás.